A lo largo del año se producen dos cambios de horarios. Uno en primavera (horario de verano) donde los relojes se adelantan para aprovechar más la luz del sol, y otro en otoño (horario de invierno) donde los retrasamos. El próximo 27 de octubre a las tres de la mañana en España volverán a ser las dos.
El uso como medida de ahorro energético tiene su origen en el siglo XVIII de la mano de Benjamin Flanklin que en 1784 propuso varias medidas sin que ninguna se llevara a cabo, entre ellas el cambio de horario.
La primera vez que se empleó fue en 1916, durante la Primer Guerra Mundial para ahorrar combustible, principalmente carbón. El 30 de abril de ese año Alemania impuso el horario de verano a nivel nacional. Y finalmente se generalizó a partir de 1973 por la Crisis del Petróleo, cuando la OPEP bloqueó la exportación de petróleo a aquellos países que apoyaron a Israel en la guerra de Yom Kipur.
Si bien esta me dida se ha impuesto en la UE, solo un 40% de los países la aplican. Actualmente son pocos los que ven este cambio ventajoso y el 26 de marzo de 2019 el Parlamento Europeo votó a favor de eliminar el cambio horario en la Unión Europea a partir de 2021, permitiendo a cada país elegir si quiere mantener el horario de verano o el de invierno.
No todos los países aplican una hora. Algunos hacen ajustes “a medida” de 20, 30, 40 minutos, e incluso 2 horas, como la estación Antártica Troll que cambia del GMT al horario de verano de Europa Central que tiene dos horas de diferencia.
La mayoría de los territorios tropicales no cambian sus relojes puesto que las variaciones de la duración del día son insignificantes alrededor del ecuador. Dentro de Europa tenemos varios husos horarios manteniendo un horario estándar de 5 meses al año y pasando 7 meses en horario de verano. España se coloca en horario GMT+1, frente a Reino Unido, Irlanda y Portugal, que son los 3 únicos países europeos que están en horario GMT.
Aunque un 80% de la población esté a favor de su fin lo cierto es que hay una serie de ventajas y desventajas en el hecho de cambiar la hora.
En el horario de invierno, al haber menos horas de sol, el cuerpo segrega más melatonina, la hormona del sueño y dormimos mejor. En horario de verano, al haber más horas de sol, el cuerpo recibe más vitamina D, que ayuda a evitar enfermedades y fortalecer los huesos, además de hacer que nos sintamos de mejor humor. Estos efectos positivos tienen un inconveniente: el cuerpo no se adapta fácilmente, lo que hace que nos sintamos más cansados durante unos días. Por ello se recomienda siempre ir cambiando hábitos paulatinamente.
Hay quienes piensan que ayuda al ahorro energético, pero mientras se mantenga la misma jornada laboral en ambos horarios, no se conseguirá ningún beneficio, llegando incluso a aumentar el consumo por las tardes al oscurecen antes.
Por muchos cambios que hagamos, la realidad es que el día tiene unas determinadas horas de luz, y eso es inamovible. Dependiendo de donde estés disfrutarás más o menos de ellas, aprovéchalas estés donde estés.