Ayer le dimos la bienvenida a la primavera. El término prima proviene de «primer» y vera de «verdor». Este cambio de estación que vivimos no es igual para todos ya que viene marcado por la posición de la Tierra en su órbita alrededor del Sol. Por lo que en el hemisferio norte suele coincidir entre el 19 y el 21 de marzo, mientras que en el hemisferio sur el cambio se produce entre el 21 y el 23 de septiembre. Es lo que se conoce como equinoccio de primavera, momento del año en el que el día y la noche tienen la misma duración en todos los puntos del planeta excepto en los polos. El sol se sitúa exactamente en el plano del Ecuador. Tendrá su fin con el solsticio de verano, el 21 de junio. Mientras en el norte empieza la primavera, en el sur comienza el otoño.
Los días empiezan a alargarse, las temperaturas se suavizan, las lluvias se hacen más irregulares sobre todo en abril y mayo, aunque este año, según las previsiones, estos meses van a ser más secos de lo normal.
La primavera viene acompañada con un cambio de horario, para adaptarnos al verano, que será el próximo domingo 25 de marzo. Ese día habrá que adelantar la hora, a las dos de la madrugada serán las tres, lo que permitirá aprovechar mejor la luz del Sol y consumir menos electricidad.
Cada estación tiene sus características. Actualmente sabemos que los cambios se deben a la traslación de la Tierra, pero en la antigüedad cada cultura creó sus propias teorías para explicarlo. La mitología se ha encargado de ofrecer una interpretación a cómo funciona el universo, desafiando a la lógica y al sentido común, justificando en el deseo de los dioses todo lo que no tenía explicación. El movimiento de la Tierra hace que le paisaje estelar sea diferente según la época del año. Esta primavera podremos ver a Venus todos los días tras la puesta de sol. Marte, Saturno y Júpiter serán visibles al amanecer. No habrá eclipses ni de Sol ni de Luna, sin embargo habrá dos lluvias de estrellas: las Líridas y las eta-Acuáridas, que serán sobre todo visibles los días 4 de abril y 6 de mayo respectivamente.
Sin lugar a dudas es la estación más simbólica de todas. Su nombre evoca comienzo, renacer de algo, juventud, crecimiento, abundancia, alegría, inocencia, belleza, felicidad. Ha sido fuente de inspiración en todas las disciplinas artísticas.
Sin embargo, hay algunos efectos negativos con la llegada de esta estación. La adaptación a este cambio puede llegar a producir astenia primaveral, cuyos síntomas son cansancio, tristeza e irritabilidad. Nuestro cuerpo necesita adaptarse a los cambios de luz. Pero el efecto más negativo lo sufren los alérgicos, que tiene que hacer frente a su mayor enemigo: el polen.
Pese a estos efectos molestos y desagradables la realidad es que es una estación para disfrutar, llena de luz y color, donde los días son más largos para poder contemplar el milagro de la vida.